sábado, 1 de diciembre de 2007

La Vida da vueltas - Capitulo 4

Parte 4 de 6

PRESO POR UN DIA, VETERANO POR SIEMPRE

No comía tan bien en meses, prisionero en el buque con bandera inglesa, Los soldados sajones no entendían como un ejercito tan mal alimentado, mal vestido, y sobre todo mal armado había logrado encarar una batalla tan encarnizada como la que tuvo lugar en esa isla del fin del mundo.
Finalmente llegaron a ese Gallegos que lo vio partir como un hombre, y hoy lo veía como un veterano, con los labios y el alma partidos por el frío, la desidia y el dolor.
Llegaron de noche como cuando zarparon, luego de trámites burocráticos fueron devueltos a su Patria como prisioneros de guerra, una marca que no se borra fácil.
Ya en sus pagos natales, César no conectaba, no encontraba un rincón de paz, como los que tuvo aturdido por las baterías, nada lo saciaba, sus sueños eran cada vez más vívidos, cada vez más sangrientos, mas reales. Despertaba bañado de sudor, raro en el invierno patagónico, por lo que cuando le llegó una carta invitándolo a Buenos Aires para ser condecorado con la medalla al valor en combate (sólo por haber sostenido el cuerpo inerte de su amigo) no lo pensó dos veces, armó su bolsito nuevamente y partió. Otra vez sus padres lloraban de orgullo despidiéndolo en la garita que ya lo vió partir como a tanta gente.
Ya en Buenos Aires, se alojó en una pensión de algún barrio porteño, se vistió con su mejor gala (la única que tenía), y fue al rencuentro de sus compañeros de combate.
Encontró a algunos, unos lo reconocieron, otros no. Pero el denominador común era la tristeza, la desesperación en sus caras, era evidente para César que a ellos le pasaban lo mismo que a él, los sueños, esos que lo atormentaban casi sin descanso, todas las noches igual, los gritos, el dolor, el sudor.
No fue sino hasta luego de la ceremonia, en una pequeña reunión, cuando el alcohol fluía entre los invitados, que alguno se animó a hablar de lo que lo acechaba, sigiloso, taciturno, los Sueños. Luego se sumó otro y otro más, y las sospechas de César se hicieron reales, todos tenían esos sueños malditos, condenantes.
Días más tarde, se contactó con él un compadre de armas, como ellos se decían, y la noticia que trajo le cayó como balde de agua fría,
-José Maria, el correntino del zapucay, ¿te acordás?, se suicidó ayer, no lo aguantó, hermano.
César no sabía que hacer, que pensar, y recordó que luego de la fiesta se le acercó un civil que le entregó una tarjeta y le dijo que lo iba a ayudar, un Psiquiatra, juntó fuerzas y al día siguiente lo llamó.

Continuará...

1 comentario:

Rocka dijo...

ADREW!!! MI PRIMER FIRMA!! QUE SEAN MAS! ABRAZO